Elvira, la rock star de las pastas

Pastas Caseras Elvira se encuentra dentro de los clásicos gastronómicos de nuestra ciudad. Con más de 20 años amasando, esta cocinera de origen chileno conquistó a muchos por el estómago.

Y no es para menos...

Elvira era contadora pero por esas cosas de la vida terminó trabajando en un restaurante de una estación de servicios de una ruta chilena. Por ahí pasaba muy seguido un argentino que siempre paraba a almorzar. Y tanto le gustaba lo que cocinaba que la tentó con la idea de venirse a Neuquén a cocinar. Ella, emprendedora y arriesgada, aceptó el reto. Corría el año 1992 y se vino a probar suerte con uno de sus hijos.

Empezó su carrera gastronómica en "Piacere", el local que estaba en Roca y  Brown. Luego pasó por "El Sótano" y al mismo tiempo, abrió su propia fábrica de pastas. Ahí nace "Elvira Pastas", su marca, la que ya conocemos todos. 

Con gran esfuerzo y dedicación, logró ir haciéndola crecer hasta que en el 2003 le ofrecieron tener su propio local. Y esta vez tampoco arrugó. Se animó y abrió ese salón de estilo simple y clásico, con olor a cocina de abuela y calor de hogar.

Ana Branbt, la hija de Elvira, es quien nos cuenta en confianza la historia de esta contadora devenida en cocinera. Con orgullo, reconoce en su madre una mujer trabajadora y apasionada por la cocina "Elvira siempre está atenta a todo, nadie sabe cómo, pero lo hace. Mientras amasa se fija que las pastas se cocinen adecuadamente, que los rellenos se preparen bien sabrosos". 

Elvira Pastas, es de esos lugares donde la historia se queda. Allí en una de las paredes se ve un reconocimiento de ex alumnos del Instituto Tecnológico del Comahue (ITC) a Elvira. Cuenta Ana, que allá por el inicio, dio la casualidad que los estudiantes del ITC no tenían cantina, o si la tenían no satisfacía las necesidades de los jóvenes. "Los padres se pusieron en campaña y acordaron con Elvira un menú especial para los chicos. Así que cada mediodía los chicos se llegaban hasta la fábrica de pastas, donde compraban su ración y se la comían ahí, sentados en la vereda. Al abrir el salón, el ritual se repetía pero ya sentados en las mesas. Hacían un ruido tremendo, juntaban las mesas, doblaban los tenedores, hacían de todo", recuerda Ana. Los adolescentes llenaban el lugar, con toda su desfachatez e inocencia para comer comida bien casera como la que hace Elvira, como la que hacen las abuelas. 

Pasaron los años, esos estudiantes se convirtieron en universitarios y ahora en profesionales. Todavía van a comer a lo de Elvira, junto a sus familias, porque hay tradiciones que guardan amor, sabor y calor de hogar y se transmiten de generación a generación. 

Ya hace 20 años que Elvira está en el rubro. Y, como a todos, la pandemia la afectó. Junto a Ana resolvieron cerrar el restaurante porque los costos no daban, pero también para cuidarla. Elvira ya cuenta con 68 años, siendo población de riesgo frente al coronavirus y viendo los números decidieron cerrar el restaurante pero mantener la fábrica de pastas y vender solo viandas para llevar cada mediodía. Los platos que ofrecen son los mismos que formaban la carta del restaurante, así que todavía se puede comer esos famosísimos ravioles fritos o esa lasaña para chuparse los dedos.

Si bien cuenta con colaboradores, la masa sólo la toca ella. Tampoco cede la receta de su masa única. Ana entiende por lo que ha vivido junto a su madre que es un trabajo muy sacrificado y que tiene que haber mucha pasión en ese trabajo para poder realizarlo. Elvira amasa todos los días, es autodidacta, lee muchos libros de recetas. Con la ayuda de Ana y de su nieto aprendió a manejar redes sociales, desde donde sigue a chefs reconocidos para copiar recetas e ir probando sabores nuevos.

Y si bien, su sueño terminó y ella andaba algo triste, Ana cree que se trata de un ciclo terminado. Estar al frente de un restaurante es un ritmo desgastante para cualquier persona y a Elvira no le gusta ceder el mando, por lo que cambiar de ritmo se hacía necesario. "Imaginate que Elvira no llega a llenar los freezers, por suerte la demanda no mermó en este tiempo".

Es que Pastas Elvira son artesanales y tan frescas que al momento de comprarla recomiendan llevarlas directamente al freezer y recién sacarlas cuando se estén por meter en el agua hirviendo. "Una vez allí, apenas 2 o 3 minutos bastan para que queden a punto, caso contrario corren riesgo de que se desarmen", revela Ana.

Ana reconoce que "la diferencia es la masa. Los rellenos son muy ricos y variados pero la masa, es verdaderamente única" detalla . Finita, sutil y delicada, trabajada por las laboriosas manos de Elvira, de esa manera única. Ahí reside todo el secreto.

Y qué pasará cuando ella deje de hacerlas? Pues nos quedará el sabor en el recuerdo, porque algún día Elvira colgará el delantal y lo hará para siempre. Ana espera que Elvira se retire como una “rock star” de la cocina, "en el mejor momento, sin que el producto empiece a decaer y hasta que ella diga basta".

"Durante 20 años Elvira no dejó de amasar ni un día. Tomarse un descanso implicaba dejar los freezers llenos, pero tampoco le gustaba mucho la idea. Capaz un solo día tuvo que cerrar por enfermedad, su entrega es absoluta, porque fue su sueño y fue su vida y lo cuida con todo su amor" cuenta orgullosa Ana. 

Elvira no demostró tristeza ante el cierre del salón, aunque seguramente la afectó. De todas maneras, ella sigue preparando sus pastas para quien las quiera y mientras se pueda. 

Ana vive en Plottier, y espera poder llevarla a trabajar allá. En principio venderían las pastas para que las comercialicen otros y de a poco irían ampliando las bocas de venta. Pero por el momento Elvira se queda en la fábrica, amasando y supervisando la preparación de las viandas porque ese es su sueño y es su vida. 

Redacción: María Gracia Martin