
Cada 4 de agosto, en Argentina se celebra y reconoce a quienes, con manos enharinadas y alma tempranera, sostienen un oficio ancestral: el arte de hacer pan.
A pocos kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, hay mesas que esperan con mantel de hule, porciones generosas y un trato que recuerda a la sobremesa en casa de los abuelos. En estos bodegones de campo, la tradición se sirve caliente, el tiempo parece detenerse y cada plato es una invitación a volver.
11 de agosto de 2025En la provincia de Buenos Aires, lejos del ruido urbano, sobreviven cocinas que honran las recetas heredadas y el espíritu de hospitalidad de otros tiempos. Son espacios donde el menú se comenta en voz alta, el aperitivo abre el apetito y la sobremesa se alarga mientras llegan las historias del lugar. Muchos de ellos funcionan en antiguas pulperías, almacenes o bares familiares que se resisten a perder su esencia.
Algunos son pequeños y se llenan rápido, por lo que conviene reservar con anticipación. Entre fiambres, empanadas fritas, guisos, carnes a la parrilla y pescados de río, cada uno tiene su sello propio, pero todos comparten la calidez de la atención y el compromiso con la cocina casera.
Cinco paradas obligadas para un festín rural:
El Bodegón de Alejandro (Mercedes)
A 100 km del Obelisco, es famoso por su milanesa a la napolitana que desborda el plato. Las paredes cuentan historias con fotos de clientes y artistas, y el flan mixto es un clásico infaltable.
Lo de Cata (San Antonio de Areco)
En el corazón de uno de los pueblos más criollos, ofrece empanadas fritas y carnes al horno de barro, siempre atendido por sus dueños y con una carta breve pero sabrosa.
El Viejo Almacén (Ramallo)
Con vista al Paraná, es ideal para disfrutar pescados de río como el surubí y la boga a la parrilla. Su ambientación rústica y muebles antiguos refuerzan la sensación de viaje en el tiempo.
Don Juan (Chascomús)
Guisos, pucheros y pastas caseras se sirven en esta esquina tradicional, a poco más de una hora de CABA. El vermut y las picadas con fiambres regionales son un buen plan para tardes tranquilas.
La Pulpería del Negro (San Miguel del Monte)
Esta antigua pulpería conserva su impronta gaucha y es conocida por su asado con cuero, cazuela de mondongo y pan casero. La atención cercana completa la experiencia.
Más que simples lugares para comer, estos bodegones son postales vivas del interior bonaerense. Una excusa perfecta para salir a la ruta, descubrir pueblos y reencontrarse con el placer de comer sin mirar el reloj.
Cada 4 de agosto, en Argentina se celebra y reconoce a quienes, con manos enharinadas y alma tempranera, sostienen un oficio ancestral: el arte de hacer pan.
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El jueves 14 de agosto, la sommelier sanmartinense Patricia Araya será anfitriona de una velada en Chiquín fuegos y cocina, con un menú patagónico de autor y una degustación guiada de vinos regionales. Cupos limitados y reservas anticipadas.
A pocos kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, hay mesas que esperan con mantel de hule, porciones generosas y un trato que recuerda a la sobremesa en casa de los abuelos. En estos bodegones de campo, la tradición se sirve caliente, el tiempo parece detenerse y cada plato es una invitación a volver.
La bodega mendocina lanza una versión limitada de su Estate Malbec para celebrar un cuarto de siglo de trayectoria. Desde 1999, este vino se ha consolidado como un emblema del Malbec argentino, reconocido en todo el mundo por su fidelidad al terroir y su calidad constante.