En el corazón de Palermo, Le Rêve convierte la cocina clásica francesa en un viaje sensorial: platos emblemáticos reversionados, ambiente íntimo y estética elegante recrean la experiencia de un bistró parisino a medio camino entre la nostalgia y la innovación.
17 de junio de 2025
Redacción Central
En pleno Palermo se encuentra Le Rêve, un bistró pequeño pero sofisticado que propone una experiencia parisina sin salir de la ciudad. Desde la estética refinada del salón hasta la reinterpretación de clásicos como el croque‑madame o el coq au vin, cada detalle está pensado para trasladar al comensal a un rincón de Francia.
La cocina, a cargo del chef Ramiro Hernández, se apoya en la tradición –méthode, salsas, técnicas–, pero abre paso a la creatividad: recetas emblemáticas se reversionan con ingredientes de temporada, buscando sofisticación sin excesos .
En ese diálogo con lo clásico, el menú equilibra propuestas reconfortantes con toques frescos: los platos presentan un juego de texturas, aromas y colores que invita a degustar lentamente. Completa la experiencia una selección de tés, infusiones y aperitivos que emulan una sobremesa en una terraza parisina.
La decoración acompaña: una paleta neutra, mesas acotadas, vajilla delicada y buena música componen un marco ideal para charlas íntimas o encuentros tranquilos. El mimo en cada detalle –desde la disposición del espacio hasta la iluminación cálida– revaloriza la esencia de los tiempos dorados de la gastronomía francesa.
Le Rêve se instala así como una propuesta gourmet distinta, en la que la nostalgia por el “bistró de barrio” se cruza con la frescura de lo contemporáneo. Una experiencia ligera en escala, pero profunda en sensaciones; un suspiro de París que late con pulso local en Palermo. Un lugar ideal para dejarse llevar por los sabores, la calma –y un toque de ese “je ne sais quoi” que hace inolvidable cada bocado.
Instagram: @lerevebristro
A pocos kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, hay mesas que esperan con mantel de hule, porciones generosas y un trato que recuerda a la sobremesa en casa de los abuelos. En estos bodegones de campo, la tradición se sirve caliente, el tiempo parece detenerse y cada plato es una invitación a volver.
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